La transformación

Palabras y palabras le queman por dentro, a veces no le dejan vivir, le dicen en todo momento lo que tiene que hacer en cada momento. A la vez estallan recuerdos y momentos de los más hermosos que ha vivido hasta hace poco, la cabeza aprieta de lo lindo, el corazón se resiste. ¿Corazón y cabeza? o más bien corazón o cabeza. Es como estar enjaulado y presenciando en primera línea la batalla de las batallas.

El avance y la transformación sólo viven del presente, no entienden de otro contexto donde aplicar sus fórmulas y métodos; Pero están atenazados por esas palabras, por los recuerdos y fotografías. Eran momentos únicos, de vinculación natural, llenos de risas espontáneas, que surgían como fruto del azar.

Deseaba con toda su alma emprender el camino de esa transformación. ¿Pero cuál era?

Daba la sensación que una de las partes, por aquel momento sólo, porque sabía que no iba a ser eterno, no disponía de las herramientas necesarias para afrontar ese cambio con garantías. A decir verdad, ningún cambio ofrece garantías, pero ahí está la magia del todo también. Por aquel momento la única certeza era que todavía estaba puliendo y dando forma a los utensilios de la revolución. Esta última palabra la ama, pero la observa con prudencia, la analiza y la medita con la distancia suficiente.

Posiblemente siempre le haya gustado la comodidad, la adaptación a las cosas según vengan, como poco amante o dado a los cambios bruscos o radicales. El dejarse llevar y fluir podrían ser su virtud, pero también su talón de Aquiles para el proceso de transformación que tenía en mente. Caía fácil en la autocomplacencia, la rutina, uno de los pecados más mortales donde los haya en la actualidad. Y eso que no era nada religioso pero sí tenía una fe a prueba de bombas en la transformación venidera. Esta creencia le hacía mover hasta las montañas, sus guardianes predilectos del camino emprendido.

“Hay que ponerse en marcha«.

Por supuesto que cuando escuchaba la palabra cambio para mejorar se le iluminaba el rostro, eso siempre, y lo ponía en práctica de la mejor manera que sabía. Como también sabía que esos cambios a mejor, de manera inmediata, nunca se verían reflejados.

“Con hacer un poco cada día o plantar una semilla diaria del presente, llamada revolución, ¿Podía ser suficiente, no?”.

Pero no le gustaba tampoco tomar una velocidad de crucero. Pensaba que se trataba de manejar con paciencia, sabiduría, contundencia y hechos los retazos de la revolución. Era cuestión de tiempo.

A veces sus impulsos eran más fuertes que nunca, le pasaban una factura terrible a su conciencia, estaban fuera de lugar en ocasiones, no medía bien los tiempos y eso para el avance no era nada bueno. Lo único que provocaba con ello era dañar su corazón. No era el momento de expresar su deseo más ferviente, eso quizás más adelante podría volver a brotar.

Nunca se sabe, pero tenía que ser consciente también que no podía estar pendiente, a cada instante, de ese volver a nacer. ¿Podría volver a observar con deleite esa hermosa flor?; Esa misma que le hizo tanto soñar en vivo, esa fantasía de carne y hueso.

Los abrazos a los instantes, al momento presente y a su alma se desarrollaban como su medicina diaria o así debería ser. Eso intentaba, no le quedaba otra, no tenía más alternativas. Por que lo que es empezar desde él mismo, realmente, siempre creyó en él, abrazaba su alma, entonces ¿Cuál era el miedo que sentía?. ¿Tenía miedo de él mismo?

Una famosa canción le vino a la memoria:

No hay otra norma

Nada se pierde

Todo se transforma

«Nada se pierde, todo se transforma», Jorge Drexler.

Un virus anda suelto

La guerra para reiniciar el sistema, con el fin de volver a los orígenes de la humanidad y la naturaleza, ya había comenzado, y de qué manera. Pero las intenciones de ese virus, de volver a los orígenes, al nacimiento del todo y de la nada consistían en poder controlar a la sociedad, la naturaleza, en definitiva, la vida misma.

No significaba un paso más para mejorar las cosas o cambiarlas, en este caso volver a las raíces, para este virus, no implicaba otra cosa que una mayor potenciación del dominio y de la autoridad sobre todas las cosas, pero sobre todo había un plan detrás de todo esto: Explotar al máximo la energía del vaivén fundamental.

En ese manual que me topé en la sala del descanso del Ministerio podía apreciar el significado del vaivén fundamental, su nacimiento y desarrollo a lo largo de la historia. ¿Pero qué era el vaivén fundamental?

Podríamos decir que elementos como el agua, el fuego, las plantas, la tierra y las montañas como valerosos guardianes del todo, el aire, todos estos elementos, forman el compendio básico del vaivén fundamental; Se sucedían uno tras otro, con sus explicaciones minuciosamente detalladas, mientras ojeaba las páginas del manuscrito, como si la misma hoja fluyese sola bajo mi atenta mirada. No estaba acostumbrado desde hacía años a ojear página alguna, y esta sensación era más aterradora de lo que me podía imaginar en ese momento. Sentí escalofríos.

No era una destrucción creativa lo que el virus tenía en mente. Lo que sí pedía el sistema a gritos era una especie de revolución creadora, algo que provocase, en primera instancia, una catarsis sobre el universo.

Pero lo que yo sí tenía claro era que la propagación de este virus, el virus del miedo y de la autoridad, no era la vía para alcanzar esta revolución deseada.

¿Era realmente necesario confinar a la población de esa manera y que sólo tuviéramos permiso para ir a comprar lo esencial, siempre bajo el auspicio, control y miedo que ejercía el estado?

El confinamiento suponía normas y más normas por doquier, restricciones para todos los gustos. La jefatura estatal se sentía en su salsa con los mecanismos establecidos del estado de sitio. La pantalla de nuestro teclado era nuestro único dispositivo que  marcaba los límites, las distancias que debíamos mantener entre nosotros, los ciudadanos. Incluso el contacto físico estaba penado con multas severas y el desplazamiento sin causa de fuerza mayor podía suponer la cadena perpetua.

Había algo, que no me cuadraba. Debido a este confinamiento, de alguna manera, se suponía que estábamos obligados a reflexionar y a pensar más que nunca, característica distintiva del ser humano, pero que había caído en desuso desde hacía décadas. Pero ahora el desarrollo de nuestra capacidad cognitiva, creativa, reflexiva y de pensamiento estaba ceñida única y exclusivamente a nuestra pantalla teclado y confinamiento casi eterno en nuestros hogares.

¿Cómo poder sacar algo positivo de todo esto?, me preguntaba a diario. Estaba metido en una especia de bucle, del cual me costaba mucho salir.

Lo que me resultaba muy curioso era que el aire que respiraba era cada vez más limpio, como hacía tiempo que no se respiraba en el ambiente; Los ciervos y los habitantes de las montañas que abrigaban Dark City de manera imponente, inundaban las calles. El agua del mar que abrazaba la ciudad, cada día que pasaba, era más cristalina.

El manuscrito que tenía en mi poder podía invitarme a un reencuentro conmigo mismo. El recuerdo lejano del ascenso que hice al Malpuig por aquel 20 de noviembre del 2019 puede contener algunas de las claves que me puede permitir desafiar el actual sistema dominante. No sé si todavía era el momento, pero si ese hermoso recuerdo o imagen llegase a cristalizar nuevamente de alguna manera en mi alma, si se producía la conexión, yo podía tener los días contados. No pararían hasta dar con mi pellejo. Un virus anda suelto y en mis manos tengo el manuscrito del vaivén fundamental. Pero lo peor de todo es que también tenía mi pantalla teclado …

Dónde se forjó todo

Se abren de par en par las puertas del cremallera que me van a llevar a la Vall de Núria, como si el mismo ferrocarril me diera la bienvenida al valle de la naturaleza, del amor y de la inspiración.

Algo me llamaba para hacer esta escapada a la Vall de Núria. No es mera casualidad.Quiero escribir, y eso hago, con más o menos acierto, pero eso hago, como ahora. Pero quiero hacerlo de la manera más hermosa posible. Quiero comunicar, contar algo, pero no de cualquiera manera. Quiero llegar al corazón como quien quiere alcanzar la cima de una montaña.Voy en busca de una inspiración, escondida desde hace un tiempo, latente.

No sabría decir desde cuando.»¿Por qué no lo sabes? Por qué no la escondí voluntariamente, ella se escapaba cada dos por tres a ese baúl de la timidez; Cuando lo que yo intentaba era tratarla con amor. Seguramente, no le daba suficiente cariño a esa inspiración».

El ferrocarril sube hasta alcanzar la cota de 2000 metros de altitud. Hago un pequeño rodeo por la zona acompañado de Poncho, calentando un poco las piernas para la salida del día siguiente.

Escribir es una cuestión de perseverancia y constancia, pero no lo hago por obligación, lo sé, como tampoco nadie me dice: «Ves y sube hasta el Puigmal».

Mi meta no sólo es alcanzar los 2910 metros de altitud, hay algo más.

Caminar al abrigo de estas montañas me transmite naturaleza y armonía. Las diferentes aguas que surgen de los sitios más inesperados fluyen, es fácil ver como siguen su curso; La montaña la observo con deleite y admiración, por que aunque esté allí impasible, también fluye, lo presiento. Pasaron muchos años para convertirse en el guardián de mi alma. A su manera, pero fluye.

Voy subiendo, a mi ritmo, y me voy dando cuenta de ciertas cosas.

Muchas veces es necesario sintonizar con esta naturaleza y armonía, de esta manera la inspiración y el ingenio pueden brotar más fácilmente, todo es más natural. Mágico. Así, puedes fluir y por ende, tengo la sensación que la palabra escrita lo puede agradecer. Así lo siento.

Se divisan unas nubes amenazantes mostrando la nieve caída de la noche pasada, y se agita por momentos un viento helado, revitalizante.

«¿Me estoy acercando al fin del mundo y la única señalización que había decía Puigmal?»

«¿Voy por el camino correcto? No sé, si Poncho sigue adelante, es por algo.»

No es lo más importante llegar a la cima, sí lo es más el grado de pasión y amor que puedo llegar a destilar haciendo lo que realmente me gusta. La quietud con la naturaleza interior en todo su esplendor. Esto va de el cómo lo haces y el porqué lo haces.

Siempre es bueno volver allí, no sé exactamente, pero sí sé, donde una vez se fraguó todo.

Y finalmente, llega el descanso del guerrero:

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Hacia Dónde Navegamos

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