El Gobierno ha aprobado la prórroga del estado de alarma por cuarta vez, con más sudor que holgura.
La salida al exterior está programada de 20 a 23 horas. El objetivo es la práctica deportiva y pasear un poco. Las calles se preparan para la ocasión, los comercios siguen cerrados. El desconfinamiento sigue su curso, controlado por las normas y la limitación de movimientos.
No sé por qué miro el reloj, son las 17 horas y veo la boxing ball colgada en ese pequeño gancho improvisado. Los guantes están donde siempre, me pongo los auriculares y suena “The eye of the Tiger” a todo trapo.
Abro las puertas del balcón, el espacio de la habitación se amplía considerablemente. Mi velocidad de piernas y movimientos van en aumento, los reflejos mejorando, el pádel se divisa en el horizonte, el sudor penetra en mis ojos anticipando el fuerte calor que se avecina.
Los balcones deshabitados de los edificios contiguos me saludan, las prendas ya se han secado bajo la luz de la soledad y el amparo de algunas nubes. Todavía no son las ocho, cuando diariamente lo vecinos salen a rendir tributo a los otros héroes desconocidos.
3 km realizados en el espacio otorgado por la habitación y más de 4.000 pasos soy capaz de hacer. Mi cuerpo, motivación, disciplina, persistencia y resistencia se han predispuesto para ello en un espacio reducido. Da que meditar. La alarma sonó, pero hace días.